“…no seáis prolijos, como los gentiles; que piensan que por su parlería serán oídos”. Mt. 6:7.
Según el diccionario, la palabra prolijo significa: Largo, difuso; y se aplica esa palabra al que habla o escribe con exceso y superfluidad. La versión R-V 1960 traduce ese mismo versículo de esta manera: “…no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.”
Esas palabras de Jesucristo se refieren mayormente a la oración larga y repetitiva, pero pueden aplicarse también a la predicación, al canto y a cualquier otra forma de adoración que son comunes entre los gentiles o paganos. Como ejemplos bíblicos puedo señalar, en primer lugar, a los adoradores de Baal. Según 1Rey.18:26 y 28, aquellos baalitas estuvieron clamando a grandes voces desde la mañana hasta el mediodía, y su ídolo no les pudo responder. Otro caso es el de los adoradores de Diana. Según Hech.19:28 y 34, aquellos paganos estuvieron como por dos horas repitiendo: “Grande es Diana de los efesios.” ¿Nos parece exagerado que unos por dos horas, y otros por toda una mañana estuviesen repitiendo las mismas frases? En los tiempos actuales también hay religiosos que hacen cosas parecidas.
Mayormente los cubanos conocemos de un tipo de fiesta o baile religioso llamado bembé en que los llamados santeros se reúnen, y al toque de tambores pasan largas horas de la noche entonando sus cantos en honor al ‘santo’. Ese tipo de canto en lengua africana la siguen repitiendo cada vez con más énfasis hasta que muchos de ellos caen en trance.
Hemos oído decir que los llamados "Hare Krishnas" suelen pasar varias horas de la madrugada invocando a su dios a través de una repetición continua de su nombre.
Los católicos usan el rosario, que consiste en una sarta de cuentas separadas de diez en diez por otras más gruesas, que, tomadas entre los dedos, sirven para ir contando la repetición de diez avemarías y un padre nuestro, diez avemarías y un padrenuestro, hasta completar cincuenta avemarías. Muchos católicos repiten el rosario una y otra vez como si con repetir lo mismo muchas veces fueran mejor atendidos por su semi-diosa.
Hay religiosos llamados evangélicos que su forma de adoración consiste mayormente en repetir muchas veces coritos que contienen cortas frases de alabanza. La prolongada repetición de esas frases, entonadas al compás de los instrumentos musicales, acompañadas de palmoteo rítmico y muchas veces con movimientos del cuerpo, produce en sus mentes un estado de satisfacción que les hace creer que están cerca de la presencia de Dios.
Todas esas formas de adoración paganas (o semi-paganas) procuran allegarse a la divinidad a través de repetir muchas veces las mismas frases, ya sea rezadas o cantadas. La Psicología reconoce que esas formas de repeticiones seguidas produce en la mente un efecto parecido al de los narcóticos. Los participantes de ese tipo de culto pueden llegar a sentir una profunda satisfacción que, a semejanza de las drogas, no les dura mucho tiempo después de terminado el servicio religioso.
Es importante que los cristianos sepamos que uno no puede allegarse a Dios mediante rezos o cantos repetidos que sólo pueden excitar los ánimos; a Dios hay que buscarlo interiormente. La verdadera comunión con Dios se logra solamente cuando el adorador siente que su conciencia está tranquila, pues se siente agradecido de que sus pecados pasados han sido perdonados mediante el sacrificio de Jesucristo, y luego, por gracia, tiene la suficiente fortaleza para no seguir transgrediendo los mandamientos de la ley de Dios. Cuando un cristiano está en verdadera comunión con Dios, la alabanza surge de él en forma espontánea, y no necesariamente tiene que ser ruidosa. El creyente verdadero suele cantar a solas, y también participa de los cantos congregacionales, incluyendo algunos coritos que tengan buen sentido, pero no se siente cómodo cuando alguien le roba la espontaneidad tratando de manipularlo al decirle en forma imperativa como debe adorar, y cuantas veces tiene que repetir la misma fórmula.
Cristo nos enseñó a orar largamente en privado, pero dijo que las oraciones en público deben ser breves y sin repeticiones; lo mismo cabe en cualquier otra forma de adoración.
Ob. B. Luis - Junio de 2006
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